sábado, 17 de octubre de 2009

La romería de Torrijos





Esta delegación de provincias está profundamente vinculada a una de las romerías andaluzas con más solera que además está declarada de interés turístico.

Me refiero, claro está, a la célebre romería de Torrijos que tiene lugar cada año durante el segundo fin de semana de octubre y a la que acude gente de toda la provincia de Sevilla y parte del extranjero.


La hacienda de Torrijos está en Valencina de la Concepción, y valencineros de pro son mis compañeros Ana y Alberto, entrañables desertores provisionales de este blog. Los dos llevan vinculados a esta romería prácticamente desde que nacieron por lo que en esta humilde delegación, cuando hablamos de Torrijos, resulta de cajón deducir que no vamos a ser nada imparciales.

Para quienes, antes de recalar por estos lares, en cuestión de romerías sólo habíamos oído hablar del Rocío o de la Virgen de la Cabeza, descubrir Torrijos es toda una agradable sorpresa. Diría yo que Torrijos permite disfrutar de todo lo positivo que se conoce del Rocío por ejemplo y en cambio no tiene nada de lo negativo: ni tanto polvo ni tanto ruido ni tantos días ni tanto desmadre. Hombre, desmadre háylo y malo sería que no lo hubiera, pero no se hace tan "jartible" como esos otros que vemos por la tele durante una semana entera.


Las carretas, los bueyes, los caballos y caballistas se mueven por los alrededores de la hacienda donde recala la romería sin la parafernalia que conlleva estar pendientes de las televisiones y los curiosos que se ven por otros saraos de este tipo. Sin tanto foco creo yo que se disfruta más... y se bebe mejor. Hay gente de fuera, sí, pero la justa. Madrileños y japoneses vi pocos, la verdad, pero gente enrrollá dispuesta a divertirse y a compartir lo que tuvieran, mucha.


No digo yo que no hubiera cogorzas ni abrazos efusivos, incluso alguna que otro pelea atribuible al enésimo cubata. Pero hasta ahí. Porque el objetivo de una romería, se diga lo que se diga, es contar con una coartada ideal para reunirse y divertirse. Que haya una virgen por medio, o una misa o cuatro rezos en los que además no te obligan a participar, es un impuesto revolucionario que se paga encantado de la vida.

Lo pagué hasta yo que, si me dejan, no pienso faltar el año que viene.


J.T.

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